jueves, 29 de noviembre de 2012

Aznar, al módico precio de 22,5 euros



  Creo que ha sido la tercera o cuarta vez que se repite la escena. José María Aznar publica un libro -no he tenido el valor de leer ninguno de ellos, pero me da la sensación de que todos son variaciones sobre el mismo tema- e incluye Valladolid en su gira promocional. Siempre en los mismos almacenes del Paseo de Zorrilla y siempre con el mismo éxito de público (lo de la crítica ya es otra cosa).
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No sé por qué, pero tengo la impresión de que la mayor parte de los que ayer se acercaron en busca del libro dedicado son los mismos que lo hicieron en las ocasiones precedentes. Son auténticos devotos, buena parte de los cuales probablemente no se han terminado ninguno de los libros anteriores, pero pueden presumir ante sus amigos y conocidos del PP de que han compartido con el carismático líder unos efímeros segundos, los que tarda el autor en estampar su autógrafo bajo la convencional dedicatoria.


José María Aznar, ayer en Valladolid
Un completo “deja vu” en el que antiguos y nuevos cargos públicos del PP rinden pleitesia a Josemari, con Javier León de la Riva siempre a la cabeza, no en vano fue uno de los cinco integrantes de su primer gobierno en Castilla y León, así como ginecólogo de cabecera  de Ana Botella, la actual atribulada alcaldesa de Madrid.

 Si se fijan bien, desde que salió de la Moncloa, abril de 2004, Aznar solo ha vuelto a Valladolid para firmar libros. Con una sola excepción: cuando vino a recibir un homenaje de la sedicente Academia del Vino de castilla y León, ocasión en que la lió bien liada con aquellas observaciones que hizo sobre la conducción y la ingesta de alcohol. Y mira que todo el mundo sabe que Aznar es abstemio. Juan José Lucas, que en ocasiones es mas indiscreto que “El topillo” adyacente, contó no hace mucho una reveladora anécdota. Al poco de recalar por estos lares, allá por 1987, fueron a comer lechazo a un horno de asar y Josemari pidió un refresco, no recuerdo si Coca-Cola o Fanta, para acompañarlo. Y Lucas amistosamente le reconvino para que no volviera hacer eso y pidiera vino, aunque no le gustara, ya que no podía andar por aquí dando esa imagen.

Es cierto que después fue un gran propagandista de los vinos de esta tierra, en especial de los de Ribera de Duero, entablando una estrecha relación con ciertos bodegueros, Arzuaga y Luis Sanz entre otros. Su designación como sucesor de Fraga, tras las famosas consultas de Perbes, le cogió a Aznar veraneando en la finca Villacreces, en plena Ribera vallisoletana.

Aznar en Quintanilla de Onésimo (año 2002)
Para entonces ya se había vinculado a Quintanilla de Onésimo, el municipio que le acogería como hijo adoptivo. Su discurso a los postres de la cena de militantes y simpatizantes de finales de agosto marcaba el inicio del curso político. El ritual incluía horas antes la partida de dominó en el bar Redondo, conveniente recogida por una tropa de reporteros gráficos. Tras su salida de la Moncloa, el hijo adoptivo no se ha vuelto a dejar caer por allí, con lo que Mariano "Camarma" y demás compañeros de partida no le han vuelto a ver el pelo.

 Como es sabido, desde 2004 Aznar se ha dedicado a hacer caja, razón por la cual rápidamente renunció a su puesto en el Consejo de Estado, incompatible con los negocios privados, a diferencia de la presidencia de FAES, laboratorio del programa oculto -cada vez menos oculto- del PP. Como ocurre con Felipe González, su pensión vitalicia como ex presidente del Gobierno no es incompatible con sus diversas sinecuras dentro o fuera de España (Endesa, Murdoch, etc.). Lo de los libros, aparte de un dinerito nada desdeñable, le permite reescribir la historia como le plazca y darse baños de masas como el de ayer en Valladolid, dispensando autógrafos al módico precio de 22,5 euros. Pues nada, que le cunda.