jueves, 28 de febrero de 2013

Lecciones de Italia

De las recientes elecciones italianas pueden extraerse deducciones para todos los gustos y válidas para justificar una posición y la contraria. Una de las conclusiones más repetidas es que sus resultados constituyen una catástrofe política. ¿Acaso hubiera sido preferible que ganara Berlusconi?

Si en el país transalpino el sistema democrático se encuentra en situación catatónica, pienso yo que la responsabilidad no será de quienes acuden a las urnas, ni de ningún líder emergente, por estrafalario que resulte, sino de los políticos que tanto desde el gobierno como desde la oposición llevan décadas degradando la democracia italiana.


Merkel y Mon
 Por lo demás, esos resultados contienen algunos aspectos claramente positivos. Uno es el rechazo abrumadoramente mayoritario al “austericidio” impuesto allí, como aquí, por la troika comunitaria. El descalabro sufrido por Mario Monti es un gran revés para Angela Merkel, que ve derrotadas no solo sus políticas, sino también su experimento de imponer a un país soberano un presidente no elegido en las urnas. Los italianos se han rebelado contra ese doble atropello, lo cual me parece sumamente saludable.

 Quienes no se resignan a admitir la crisis de la política tradicional se lamentan de que las elecciones dejan a Italia en una situación ingobernable. ¿Qué entienden por ingobernable? ¿No lo ha venido siendo Italia desde la descomposición de la democracia cristiana a raíz de sus conexiones con la Mafia? Pero si la mayor estabilidad que ha conocido en décadas ha venido precisamente de la mano de un personaje tan abyecto como Berlusconi…

Beppe Grillo
 Y lo que no es de recibo es presentar a Beppo Grillo como el culpable de esa inestabilidad. En rigor, aunque abandere la “antipolítica”, el movimiento “5 estrellas” no es antisistema. Si lo fuera, no se habría presentado a las elecciones. Es simplemente el clavo al que se han agarrado millones de italianos para expresar su hartazgo ante la forma de concebir y ejercer la política por parte de los partidos tradicionales.

 Por eso es lógico que ni al PP ni al PSOE les haya gustado nada lo ocurrido en Italia. En realidad, el comportamiento electoral de los italianos encaja bastante con esos sondeos del CIS que reflejan un desplome electoral simultáneo y sostenido de los dos principales partidos españoles. El incumplimiento de sus promesas electorales, la huida hace el abismo a que conducen sus políticas austericidas y el tufo a corrupción orgánica que se desprende del “caso Barcenas” sitúan al PP ante un sombrío horizonte.

 Y a estas alturas queda claro que no va a ser el PSOE el que capitalice ese gran descontento ciudadano. Entre otras cosas, porque dicho descontento corresponsabiliza de la situación al anterior gobierno socialista, del que Rubalcaba ha sido nada menos que numero dos. Sin contar contratiempos sobrevenidos como el cisma abierto con los socialistas catalanes.

La incapacidad de PP y PSOE para afrontar las catarsis que ambos necesitan hace presagiar el fin del bipartidismo imperante en España desde la restauración democrática, lo cual, como el resultado de las elecciones italianas, tampoco será ninguna tragedia. Y ya veremos donde acaban los millones de votantes decepcionados que hoy por hoy no tienen decidido pasarse ni a UPyD ni a IU.

Afortunadamente, no hay asomo de que surja por aquí nada parecido al berlusconismo. No está tan claro sin embargo que no pueda cuajar algo similar al movimiento “5 estrellas”. En el fondo, dejando a un lado a su histriónico lider, el voto aglutinado por Grillo no creo que difiera mucho del simpatizante del 15-M y sus diferentes secuelas,  de la plataforma contra los desahucios y demás mareas ciudadanas de todos los colores que se rebelan contra el desmantelamiento del Estado de Bienestar.

 Entretanto, los ejemplos de esa “vieja política”, que dice Grillo, nos inundan cada día. En España y en Castilla y León.
Pacto contra natura en Ponferrada
 El mismo día que en Valladolid se celebraba el cumpleaños del Estatuto, Ponferrada se despertaba con una moción de censura muy propia de esa forma de hacer política que antepone intereses a principios. Es verdad que no es un caso de trasfuguismo, pero ¿qué pinta el PSOE pactando con un grupo independiente escindido del PP, cuyos espúreos intereses se adivinan a kilómetros? ¿Son conscientes los socialistas del mensaje que transmite un pacto de esa naturaleza, negociado para mayor inri con un personaje con los antecedentes de Ismael Álvarez? ¿Cree el PSOE que ese es el camino para recuperar la confianza del electorado que le ha abandonado?  

  Y qué decir del PP de Castilla y León. ¿Cómo puede afirmarse, en relación con la actual desconfianza del pueblo en las instituciones y en sus representantes, que vivimos "la agitación y la movilización de los que pretenden conseguir la subversión del sistema establecido”. La cita no es de hace 40 años, cuando los grises disolvían las manifestaciones antiifranquistas. Forma parte del discurso institucional leído el pasado lunes en el hemiciclo de las Cortes. En estas manos estamos.

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