jueves, 14 de marzo de 2013

Castilla y León, sin oposición

 De los demoledores efectos que ha tenido para el PSOE el desaguisado de Ponferrada poco puede añadirse que ya no se haya dicho. Ha arruinado la escasa credibilidad que le quedaba a Alfredo Pérez Rubalcaba y ha confirmado que la actual dirección está conduciendo al partido hacia el abismo. Rehuyeron la catarsis imprescindible tras su triple desplome electoral (municipales, autonómicas y generales) de 2011, cerraron la crisis en falso en el congreso de Sevilla y en el pecado han llevado la penitencia.


Óscar López
 Quienes hemos seguido su trayectoria política de Castilla y León nos hicimos cruces el día que Óscar López era nombrado Secretario Federal de Organización. Es verdad que conocía bien las tripas del partido, ya que había ejercido de adjunto en esa Secretaria en la etapa de José Blanco, su gran mentor político y quien, de acuerdo con Zapatero, le encomendó la misión de reflotar el maltrecho PSOE de Castilla y León. Aquí su fracaso fue estrepitoso. Firmó en mayo de 2011 los peores resultados electorales del partido en unas elecciones autonómicas. Pero como el batacazo había sido generalizado, ni se inmutó. El verbo dimitir no figuraba ni entonces ni ahora -nunca ha dicho que haya dimitido, sino que había puesto su cargo a disposición del partido- en su diccionario.

Tras aquella debacle electoral, López tendría que haber dimitido, haciendo mutis por el foro. No solo no lo hizo, sino que se autopremió asignándose a sí mismo el escaño de senador por la comunidad que corresponde a los socialistas de Castilla y León. Con esos tres cargos andaba cuando en el congreso de Sevilla va Rubalcaba y le nombra secretario de Organización, nada menos que “numero tres” oficioso del partido. Podía haberse quedado en Madrid con el nuevo cargo orgánico y el escaño de senador. Pero prefirió dejar el Senado y conservar el cargo de portavoz socialista en las Cortes, que solo puede atender a tiempo parcial, remunerado, eso sí, como dedicación exclusiva.

Julio Villarrubia
La portavocía de las Cortes se la queda López para dejar la puerta abierta a repetir como  candidato a la presidencia de la Junta si en Madrid vinieran mal dadas para Rubalcaba. Y para que nadie le haga sombra en esa candidatura se ocupa de apadrinar a un nuevo secretario autonómico que no disponga de escaño en las Cortes. Surge así la disparatada bicefalia constituida por un portavoz parlamentario residente en Madrid que solo aparece por las Cortes en los plenos y por un secretario autonómico, Julio Villarrubia, que tiene que compatibilizar esta tarea orgánica con las obligaciones de su escaño en el Congreso de los Diputados.

 Pero lo peor no es esa disfunción, sino que Villarrubia le sala rana a López y rápidamente empieza a disputarle el cartel socialista a las próximas elecciones autonómicas. A partir de ahí se abre un cisma en el PSOE regional, una nueva división interna a sumar a la que existía desde el congreso de Sevilla, donde Carmen Chacón contó con apoyos de delegados de varias provincias de la comunidad. El fiasco de Ponferrada no es del todo ajeno a esa pugna. Si a López le cegó algo no fue como ha dicho -insultando una vez mas la inteligencia ajena-  echar a un acosador de la política, sino colgarse la medalla de conseguir para el PSOE la Alcaldía de la sexta población de la comunidad. Y colgársela como trofeo frente al secretario autonómico, al que ninguneó en la toma de decisión de presentar la moción.

Rubalcaba y Chacón
El cisma se hizo patente el pasado mes de octubre con ocasión del pacto firmado entre Villarrubia y la Junta, un desconcertante acuerdo en el que el ninguneado fue Óscar López, quién no fue consultado ni participó en las negociaciones. Dicho pacto, cimentado para mayor inri sobre una amnistía fiscal encubierta, dividió asimismo a los secretarios provinciales del partido, otros igualmente  ignorados. Desde entonces el PSOE de Castilla y León está fragmentando en tres bloques (López, Villarrubia y Chacón) y en estas estaba cuando ha sobrevenido el desastre de Ponferrada, del que, si bien el secretario de Organización ha sido el máximo responsable, el secretario autonómico, cuando menos por omisión, no puede eludir su responsabilidad.

 El resultado de todo este cúmulo de despropósitos es que los socialistas tienen ahora como portavoz en las Cortes a un político completamente abrasado, que haga lo que haga y diga lo que diga, carecerá de la menor credibilidad. Y si la oposición socialista se venía caracterizando ya por su escaso acierto y nula eficacia, el descrédito de López y la división interna del partido la condena a la más absoluta inoperancia.
Cortes de Castilla y León

 Lógicamente, el PP y la Junta de Castilla y León -que tienen sus propios conflictos internos y no pequeños- no pueden estar más encantados. Se ha caido con todo el equipo López, quién, además de ser el portavoz parlamentario, en los últimos meses había endurecido su discurso de oposición frente al gobierno de Juan Vicente Herrera. No es casualidad que la Junta haya cargado sin piedad contra López y sin embargo prácticamente disculpe a Villarrubia, a quien ha convertido, a partir del pacto de octubre, en el “tonto útil” socialista que mejor sirve a sus intereses.

 Con este panorama, podríamos decir, parafrasendo a Groucho Marx, que el PSOE de Castilla y Leon “partiendo casi de la nada ha conseguido alcanzar las mas altas cimas de la miseria”.

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