jueves, 3 de octubre de 2013

Nuevas cuentas y el mismo cuento

 La otra mañana comentaba Iñaki Gabilondo que el gobierno de Mariano Rajoy, ante el rechazo ciudadano a sus políticas, ha decidido reaccionar tratando de contrarrestar su descrédito. Pero la reacción no consiste en revisar y modificar esas políticas, sino en intentar convencer al personal de que son las únicas posibles y que se adoptan persiguiendo exclusivamente nuestro bien. O sea, que el problema es de puro marketing. Y ahí tenemos a la pléyade ministerial y a la plana mayor de Génova haciendo ímprobos esfuerzos para hacernos creer que gracias a ellos la crisis ya es cosa del pasado y que España está en plena recuperación económica.


Ana Mato, Cristóbal Montoro y Fátima Bañez
  Creo que la estrategia no puede ser más contraproducente. El ciudadano, victima de la expoliación social que supone el conjunto de las políticas aplicadas del PP, sufre además el escarnio añadido de tener que aguantar que ministros como Cristóbal Montoro, Fátima Báñez o Ana Mato -por poner solo tres ejemplos- , o dirigentes como Dolores de Cospedal, Carlos Floriano o Esteban González Pons, insulten sin recato la inteligencia ajena. Lo cual no consigue otra cosa que incrementar el cabreo general, efecto justamente contrario al pretendido.

 Hace falta tomarnos por imbéciles para asegurar, por ejemplo, que los Presupuestos Generales de 2014 están concebidos para impulsar la recuperación económica. Unos Presupuestos que meten la mano en la cartera de los pensionistas, que vuelven a congelar el salario a los empleados públicos, que mantienen unas subidas impositivas que dijeron que iban a ser temporales, que reducen el gasto disponible de los ministerios y por ende la inversión pública… Pues lo dicen y se quedan tan oreados, haciéndole trampas al solitario. Después no se cumplirán las expectativas y le echarán la culpa al maestro armero.

El AVE relega a las Autovías.- Y como cada mes octubre, asistimos estos días al rifirrafe político de los partidos acerca de las inversiones previstas por el Estado en Castilla y León en estos nuevos Presupuestos. Un debate estéril y cansino que para empezar está viciado de raíz, ya que el hecho de que una obra o actuación esté presupuestada no garantiza que en la práctica vaya a ejecutarse. Dicho de otra forma: Entre lo que se presupuesta y lo que se ejecuta hay casi el mismo trecho que del dicho al hecho (y esto vale lo mismo para el Estado que para la Junta). Esto de entrada. En segundo lugar, la inversión pública del Estado en esta comunidad lleva años sobredimensionada por las obras del AVE, lo que hace engañosa su cuantía y distorsiona su evolución anual y su distribución provincial.

 
Viaducto del AVE en el tramo Olmedo-Zamora
En consecuencia, siendo evidente que el volumen de inversión es casi de un 12 por ciento inferior al del pasado año, el dato no es especialmente significativo. Lo significativo es que más de la mitad de dicho volumen se concentre en esa infraestructura ferroviaria, que no es precisamente la que contribuye a vertebrar territorialmente esta comunidad.  A diferencia de las autovías, que comunican todo el territorio por el que pasan, el tren de alta velocidad solo comunica a las ciudades en las que para. Y en la medida en que está sirviendo de excusa para reducir las líneas del ferrocarril convencional, el despliegue del AVE está contribuyendo a aislar a las poblaciones intermedias situadas a su paso.

 Y la gran carencia de los nuevos Presupuestos del Estado es que en ellos no hay ni rastro de las dos autovías absolutamente estratégicas para vertebrar de una vez  Castilla y León: la autovía del Duero (Valladolid-Soria) y la autovía Valladolid-León. La ministra de Fomento, Ana Pastor, que el pasado martes inauguraba el tramo entre la capital vallisoletana y Villanubla, calificaba la A-60 como “la autovía del bochorno”. Se refería a que el actual gobierno heredó sin la suficiente financiación las obras de ese tramo, que habían sido adjudicadas hace seis años. Seis años para ejecutar 17 kilómetros de autovía sin especial dificultad en su trazado es un plazo ciertamente desproporcionado. Pero de lo que no dijo ni pío la ministra es de los 90 kilómetros que restan entre Villanubla y el tramo de autovía iniciado desde la capital leonesa, cuyas obras siguen por cierto empantanadas a causa del yacimiento arqueológico de Lancia.

Ana Pastor inaugurando los primeros 17 km. de la A-60
 Y tampoco hay el menor compromiso ministerial sobre la Autovía del Duero (A-11), aquella que tanta polvareda levantó a causa del trazado a seguir entre Tudela de Duero y Peñafiel. Tranquilos pueden estar los bodegueros, tanto los ubicados a la vera de la N-122, como los afectados, que también los había, por el trazado alternativo. Sus viñas no parece que corran peligro inminente.

 30 años después de constituida la comunidad de Castilla y León, las dos autovías mas importantes para su vertebración territorial no constituyen prioridad para el gobierno Rajoy. Y ese es el agujero negro de la inversión del Estado en Castilla y León. Una carencia que deja más en entredicho que nunca el dineral que en su día se gastó la Junta (mas de 400 millones de euros) en otra autovía, la León-Burgos, infinitamente menos prioritaria. Y conste que el responsable de ese derroche no fue el actual presidente, sino su antecesor, el ínclito Juan José Lucas. Como es sabido, la “obra cumbre” con la que se ha cubierto de gloria Juan Vicente Herrera no ha sido ninguna autovía, sino el nuevo Hospital de Burgos. A cada cual lo suyo.