jueves, 27 de febrero de 2014

Jordi Évole y la farsa de la política

  A Jordi Évole le ha caído un aluvión de improperios por su osadía televisiva de recrear, sin advertir previamente de la fabulación, una versión apócrifa del fallido golpe de estado del 23-F. Sin duda se ha tratado de un experimento muy controvertido que se presta a interpretaciones opuestas, pero la forma en la que la derecha mediática se ha rasgado las vestiduras resulta de una impúdica hipocresía.


Jordi Évoli
Precisamente una de las aportaciones del invento ha consistido en demostrar hasta que punto se puede falsear la realidad y engañar al ciudadano (una gran parte de los espectadores se tragaron, al menos durante muchos  minutos, la farsa) desde un medio tan persuasivo como la televisión. Y ya es curioso que hayan sido los que menos se caracterizan por practicar un periodismo leal con la verdad los que más se han ofendido y ensañado con Évole, a quién en realidad lo que no perdonan es el periodismo de denuncia y compromiso social que practica el programa “Salvados”.

 ¿No es acaso toda una recreación reñida con la realidad la visión sobre la situación de España ofrecida por Mariano Rajoy en el reciente Debate sobre el Estado de la Nación? ¿Alguien puede creerse que ya hemos dejado atrás la pesadilla de la crisis económica y con ella todos los sacrificios sociales que ha comportado? Pues, increíblemente sí. Esa misma derecha mediática que ha arremetido contra Évole da por cierta y amplifica semejante falacia ante la perplejidad e indignación de los muchos millones de españoles que las siguen pasando canutas y que no tienen la menor percepción de que vayan a salir del pozo en mucho tiempo.
 Y cuidado con contraponer esa cruda realidad social al mantra oficial. En el mejor de los casos serás tildado de catastrofista y apocalíptico, como ha sido calificado Rubalcaba. En el peor, de antipatriota que te resistes a admitir que España no es que vaya bien, como con Aznar, sino que ahora va de cine (nunca mejor dicho, por aquello de la ficción).

 Desgraciadamente, el aserto según el cual la primera víctima de la guerra es la verdad puede aplicarse tal cual a la actual política española, convertida desde hace mucho en una insoportable farsa. Ahora llaman postureo a lo que siempre ha sido impostura. No digamos ya cuando se aproxima una cita con las urnas. 
Rajoy y Rubalcaba
El Debate del Estado de la Nación ha sido el pistoletazo de salida de las elecciones europeas del 25 de mayo, las primeras que se producen en medio de una crisis política e institucional de un sistema al que le están estallando todas las costuras. Pero esto último, con ser lo mas grave, no es lo que más preocupa en estos momentos al PP y el PSOE, máximos responsables -cada uno por su lado y en ocasiones juntos- del desafecto ciudadano hacia la clase política.

  El PP trata de minimizar al máximo el desplome electoral que se ha ganado a pulso y le auguran las encuestas, y en el peor de los casos de mantener, aunque sea por los pelos y de forma muy diezmada, su condición de primera fuerza política. Por su parte, el PSOE aspira a contener la hemorragia electoral que comenzó precisamente en las elecciones europeas de 2009, se agudizó en las municipales y autonómicas de 2011 y derivó en la hecatombe de las pasadas elecciones generales. El resultado que ambos obtengan el 25 de mayo reflejará el grado de deterioro del bipartidismo y con él el crecimiento de las fuerzas contiguas, así como la suerte de las distintas alternativas emergentes que tratan de abrirse paso en el espectro político español.

 En Castilla y León, como en el resto de las comunidades, las elecciones europeas constituyen un interesante test de cara a las autonómicas y municipales de 2015. Al margen de los factores diferenciales en cuanto a candidatos y circunscripciones, los resultados expresarán la tendencia del voto nacional un año antes de esa doble cita electoral.

Juan Vicente Herrera y  Soraya Sáez de Santamaría
Mientras el PSOE parece que se ha tomado la cosa con calma -en realidad es difícil que empeore sus resultados anteriores- en el PP Juan Vicente Herrera ha tocado a rebato con un objetivo muy claro: que el retroceso electoral en Castilla y León sea inferior que en el conjunto de España, lo que le permitiría argumentar que la gestión de la Junta ha conseguido minimizar aquí el desgaste nacional originado por las políticas del gobierno Rajoy.

Planteado ese objetivo, Herrera escuchó el pasado lunes, durante un almuerzo compartido con los presidentes provinciales del PP, la sugerencia de que la Junta modere el tono de sus enfrentamientos con el gobierno Rajoy. El juego del “poli bueno” y el “poli malo” practicado por el gobierno Herrera puede resultar rentable de cara a las siguientes elecciones autonómicas, pero chirría ante unos comicios europeos con circunscripción única en los que, para mayor inri, es posible que el cartel del PP lo encabece el ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, con el que la Junta ha venido manteniendo una fricción tras otra desde que fue nombrado.

 En ese propósito de aparcar, que no resolver, los conflictos entre ambos gobiernos, la próxima visita de Soraya Sáez de Santamaría al colegio de la Asunción va a ser mano de santa. Ya verán cómo a partir de ella se pasa página de todos los agravios del pasado, al menos hasta el mes de junio. Por mucho que Cristóbal Montoro siga haciendo de las suyas, en los próximos tres meses no oirán a Herrera decir que el ministro de Hacienda “está entretenido haciendo la vida imposible a las comunidades autónomas”. Ahora dirá que Montoro se está dejando la piel en su empeño de bajarnos los impuestos a todos los españoles…

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