lunes, 2 de junio de 2014

El PSOE de Castilla y León, por la pendiente griega

 Cuando el pasado jueves comentábamos aquí el deprimente panorama que se les presentaba a los socialistas de Castilla y León, abocados a tener que elegir entre Guatemala y Guatepeor, habíamos desdeñado una vez más la fatídica regla de Murphy según la cual todo es susceptible de empeorar. “Los problemas nacen, crecen, se multiplican y permanecen”, dice una de sus variantes.


Óscar López en su escaño de las Cortes
 No era de prever que un día después saltará por los aires la comisión ejecutiva regional encabezada por Julio Villarrubia, elegida por abrumadora mayoría en el congreso autonómico extraordinario celebrado en abril de 2012  para sustituir a Óscar López, catapultado dos meses antes a la secretaría de Organización en el congreso federal celebrado en Sevilla. López apadrinó entonces a Villarrubia y López ha dirigido dos años después la voladura controlada de su sucesor al frente del PSOE en Castilla y León.

¿Qué ha sucedido en este tiempo para que lo que nació como un tándem  haya acabado como el rosario dela aurora. Sencillamente que López, que retuvo la portavocía de las Cortes Regionales, colocó ahí a Villarrubia, diputado del Congreso, reservándose desde el primer momento la posibilidad de volver a encabezar la candidatura a la presidencia de la Junta en 2015. Sin embargo, Villarrubia no respetó esa opción preferente e inmediatamente comenzó a postularse como candidato, dando lugar a un progresivo distanciamiento entre ambos y sus respectivos acólitos hasta desembocar en una fractura interna en el seno los órganos colegiados del partido, amén del grupo parlamentario del “mausoleo”.

 El problema no era la bicefalia, sino la imposible convivencia de dos presuntos lideres enfrentados a testarazos. En enero pasado, tras las trifulcas públicas registradas en provincias como León, Valladolid y Ávila, advertimos aquí sobre la deriva autodestructiva del PSCL-PSOE. Mas tarde, ante la celebración de las elecciones europeas, López y Vilarrubia pactaron un armisticio temporal para evitar nuevas trifulcas y aparentar una unidad completamente ficticia, tan fingida como el abrazo de Judas que se dieron en el mitin compartido con Alfonso Guerra en Villablino.

López, Guerra y Villarrubia en el mitin de Villablino
 Resuelto, con un nuevo descalabro, el trance de las elecciones europeas, el enfrentamiento volvía a estar servido. Y además sobrevenía una nueva circunstancia que alteraba el statu quo: la convocatoria de un congreso federal extraordinario en julio para elegir una nueva dirección en sustitución de Rubalcaba y su equipo, del que López era y sigue siendo secretario de Organización. La salida de López de Ferraz cambiaría las tornas de cara a su eventual enfrentamiento con Villarrubia en las elecciones primarias para elegir candidato a la Junta. Mientras el primero dejaría de controlar el aparato federal, el segundo las afrontaría controlando el aparato autonómico. Y ésta ha sido la clave de lo ocurrido el pasado viernes.

 Los 25 dimisionarios no han renunciado por los nefastos electorales del 25 de mayo. Sobrados motivos tenían muchos de ellos para haber dimitido tras la triple debacle de las elecciones municipales, autonómicas y generales de 2011. Y no solo no lo hicieron, sino que, lejos de cualquier de asumir cualquier responsabilidad, apostaron por la victoria de Rubalcaba -igual que Villarrubia- en el congreso de Sevilla. Tampoco dimiten, como han dicho, porque había que resolver el problema de la bicefalia. ¿Quién, si no Óscar López, es el que propició esa bicefalia, al optar por un mantener un pie en Ferraz y otro aquí, colocando un sucesor que después le ha salido rana y se la ha subido a las barbas?  Todo se reduce a una descarnada e impúdica reyerta por seguir viviendo de la política.

 Los 25 dimisionarios han renunciado con el único y exclusivo fín de desalojar a Villarrubia de la dirección, a fin de evitar que siguiera  controlando el aparato del partido en Castilla y León cuando llegue el momento de las primarias. Y López y sus fieles acudieron a la tomentosa ejecutiva del viernes con un propósito decidido: forzar un congreso autonómico extraordinario por las buenas o por las malas.
Villarrubia, consolado por sus fieles en la noche del viernes
Por las buenas era que lo asumiría Villarrubia haciéndose el harakiri; por las malas era presentando una renuncia mayoritaria que forzara la disolución de la ejecutiva y su sustitución por una comisión gestora. Solución ésta todavía mejor para los intereses de López, ya que el nombramiento de dicha gestora corresponde estatutariamente a la propia secretaria de Organización de la que seguirá siendo titular hasta el congreso federal de julio. Incluso lo mas probable es que, dado el calendario, no haya congreso autonómico hasta después de celebrado el federal, posponiendo hasta entonces la “renovación” (es un decir) del partido en Castilla y León.

 El decapitado Villarrubia -que asegura que dará la batalla tanto en ese congreso como en las primarias- ha acusado al compañero López de “deslealtad”, “traición”, “indecencia política” y otras lindezas que jamás había proferido un secretario autonómico contra un secretario federal de Organización del partido. Y probablemente no le falte razón, pero el problema de Villarrubia y de la inmensa mayoría de la minoría que le secunda es que carece de credibilidad y autoridad para hacerse ahora la víctima.

 Me reitero, si cabe con mayor rotundidad, en lo afirmado aquí mismo el pasado jueves: En mi opinión ni  López ni Villarrubia son dignos de liderar el PSOE en Castilla y León y de encabezar el cartel socialista en las próximas elecciones autonómicas. Ambos son parte nuclear del problema y por el bien de todos -de sus compañeros de filas y de la higiene democrática- deben de desaparecer de escena cuanto antes. Solo así la militancia podrá dotarse de manera libre y participativa de un nuevo líder capaz de regenerar y reflotar un partido que, por su actual deriva, aquí y en toda España, se encamina a pasos agigantados hacia el precipicio por el que se ha despeñado el Pasok griego.

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