lunes, 20 de marzo de 2017

Una bicefalia sembrada de minas

 Nadie se había atrevido a aventurar un resultado como el que ha deparado las primarias que por primera vez en su historia ha celebrado el PP de Castilla y León. Además de constituir un proceso inédito, el mismo ha estado sometido a un calendario exprés y a unos requisitos de participación -obligatoriedad de inscribirse previamente y de estar al día en el pago de las cuotas- cuya aplicación ha resultado problemática y, en el caso de la provincia de León, especialmente conflictiva.


 La existencia de dichos requisitos, establecidos en los Estatutos aprobados en el pasado congreso nacional, ha dejado al descubierto el monumental engorde artificial del número de afiliados al partido en Castilla y León. En realidad, de ese supuesto censo superior a los 50.000, poco más de un diez por ciento del mismo estaba al corriente de sus cuotas. Un porcentaje que apenas ha sobrepasado el 13 después de la atropellada carrera emprendida en las sedes para regularizar las cuotas y poder participar en la votación.

Fernández Mañueco en la sede del PP de Salamanca
 La militancia realmente activa se ha concretado en 6.819 inscritos con derecho al voto. Y su veredicto ha resultado inapelable: 4.087 han dado su voto a Alfonso Fernández Mañueco (67,6 por ciento) y 1.905 (31,9 %) a Antonio Silván. Tan abultada diferencia zanja cualquier suspicacia sobre posibles anomalías en la confección de los controvertidos censos.
 Además de barrer en su feudo salmantino (97,5 por ciento), el hasta ahora secretario autonómico se imponía con gran amplitud en Segovia (87,03), Zamora (84,92), Ávila (77,71), Burgos (74,56) y Soria (63,61 por ciento). Y por un ajustado margen, también en Valladolid, donde sumó 760 votos frente a los 701 del alcalde de León. Antonio Silván tan solo vencía claramente en León, con 482 votos (71,61), viendo como su rival le arañaba 189 votos en su propio feudo. Y Palencia era la segunda provincia que se inclinaba por el leonés, al concederle el 54,35 por ciento de los votos.

Analizamos aquí la pasada semana que el mano a mano entre Mañueco y Silván era producto del cisma existente entre dos corrientes del PP de Castilla y León que se han ido haciendo irreconciliables. El origen del conflicto no es otro que el distanciamiento entre la Junta y amplios sectores del partido, incluidas varias direcciones provinciales, que se han sentido ninguneadas, cuando no maltratadas, por el propio gobierno de la comunidad. Pese a que el presidente de la Junta y del PP era el mismo, Juan Vicente Herrera ha venido gobernando sin contar con el partido, donde nunca se han debatido y decidido las políticas de la comunidad.

 El propio Herrera reconocía ante la Junta Directiva regional celebrada el pasado 24 de marzo que había concentrado todo su tiempo en las tareas de gobierno, razón por la cual “no he dedicado al partido ni a sus direcciones provinciales la atención y el tiempo que merecen y necesitan”. La falta de articulación entre la estructura de partido y la gestión de la Junta viene de muy lejos. Ya se puso de manifiesto con ocasión del fallido proceso de fusión de las Cajas de Ahorro, que la Junta pactó por arriba con el PSOE sin contar con la aquiescencia de las direcciones provinciales concernidas, que no aceptaron el trágala y actuaron por su cuenta con el resultado por todos conocido.

Antonio Silván votando en la sede del PP de León
 Más reciente está, por poner otro ejemplo, la rebelión que protagonizaron varias Diputaciones provinciales ante la Ordenación del Territorio, lanzada en origen desde la Consejería de la Presidencia sin el imprescindible debate y consenso previo en el seno del partido. Las fuertes tensiones internas originadas por dicha Ordenación han sido muy reveladoras de ese creciente malestar entre el Colegio de la Asunción y la estructura territorial del PP.

Fuerte voto de castigo a la Junta.-  Ese creciente descontento en el seno del PP con el gobierno de Juan Vicente Herrera, en particular con el prepotente entorno más próximo al presidente, explica sin duda el contundente resultado de estas primarias. En gran medida se votaba entre partido y Junta. Entre un candidato, Fernández Mañueco, en sintonía con la dirección nacional y caído hace tiempo en desgracia ante Herrera, y otro candidato, Antonio Silván, que sin estar en estos momentos en la Junta, era el preferido del presidente para su sucederle tanto al frente del PP como en la candidatura a la presidencia de la Junta.

 Esta percepción de ambos candidatos ha determinado el resultado. Fernández Mañueco ha capitalizado ese malestar de las bases del PP con la Junta, que, a tenor de los resultados, era mucho mas acusado de lo que se presumía, al punto de extenderse a siete provincias, incluida Burgos, cuna de Herrera, y Valladolid, donde los pronósticos se inclinaban por una victoria del alcalde de León. Al resultado en Palencia no es ajeno el hecho de que tres de los nueve consejeros de la Junta sean palentinos y uno de ellos, Carlos Fernández Carriedo, además presidente provincial del partido.

 Silván se ha visto penalizado precisamente por ser percibido por el candidato oficioso de Juan Vicente Herrera, lo que ha supuesto para él un handicap insalvable ante una militancia mayoritariamente descontenta con la Junta. Y flaco favor le ha supuesto el apoyo público recibido por parte del vicepresidente De Santiago-Juárez, y de consejeras como Pilar del Olmo, o de la ex vicepresidenta Rosa Valdeón. Unos apoyos que por otra parte comprometían la pretendida neutralidad del presidente saliente y en nada favorecen el nuevo escenario de la obligada cohabitación. El verdadero perdedor de las primarias no es Silván, a priori un buen candidato lastrado por haber sido adoptado como delfín de Herrera, sino el presidente de la Junta, que no era consciente del fuerte rechazo que su gobierno suscita dentro de su propio partido.

Del Olmo, De Santiago-Juárez y Herrera en las Cortes
 Visto el resultado, carece de sentido esa supuesta componenda según la cual el perdedor pasaría a ocupar el cargo de secretario autonómico, algo a lo que al parecer el propio Silván ha renunciado. Eso sí, de aquí al uno de abril, fecha del congreso, todos abogarán por una única candidatura de integración en la que figurarán vencedores y vencidos, lógicamente estos últimos en minoría 

Entre llamamientos a la unidad y a un cierre de filas a modo de conjuro de los malos augurios de la bicefalia, Mañueco será proclamado nuevo presidente del partido -y con ello candidato “de facto” a la presidencia de la Junta- y Herrera será aclamado como presidente de honor, espacio que compartirá con un Juan José Lucas que también se ha sentido maltratado por el beneficiario de su “dedazo” en el año 2001.

 El 2 de abril comenzará la delicada cohabitación entre el nuevo presidente del partido -que automáticamente pasa a serlo también del grupo parlamentario de las Cortes- y un presidente de la Junta con fecha de caducidad. El primero necesita hacer valer el papel y la participación del PP en las políticas de la comunidad, y el segundo tendrá que asumir que no puede seguir actuando desde la Junta bajo el principio absolutista “El partido soy yo”, parafraseando la frase de Luis XIV sobre el Estado francés.
 Ahora el partido tiene otro líder y no es precisamente el que él hubiera deseado. A priori, el campo a transitar por el PP hasta las elecciones de 2019 aparece sembrado de minas y con resentidos sin nada que perder dispuestos a detonarlas. La cohabitación dependerá de la voluntad y capacidad de ambos presidentes para desactivarlas.